Ninguno de nosotros puede
llegar a comprender lo grande y lo maravilloso que es Dios, nuestro Padre;
¡está fuera del entendimiento humano, ya que El y Su Espíritu rebasan el
universo entero! ¡Tan lejos está El de nuestra comprensión, que tuvo que crear
un Ser que pudiera enseñarnos Su amor, alguien que estuviera en nuestro mismo
terreno, alguien que pudiéramos ver, alguien que pudiéramos sentir, alguien que
bajara a Dios y lo pusiera a la altura de nuestra comprensión! Un hombre que
fuera como El, a quien llamó Su Hijo.
Dios se rebajó a enviar a Su Hijo Jesucristo a
nacer en esta tierra para que viéramos cómo es el propio Dios. Jesús es Su
medio más excepcional de comunicación con nosotros. Por medio de Su Hijo, El
nos transmite Su propio Amor.
Jesús es como la punta del témpano, la parte
visible; mas la parte que es con mucho la mayor, Dios, está fuera de vista. A
pesar de que uno no ve el resto del témpano, se alcanza a formar al menos una
ligera idea de cómo es por la parte que asoma fuera del agua de este mundo, en
esta dimensión, la dimensión del hombre. ¡Sabemos que Dios tiene que ser Amor
por la parte amorosa de El que vemos en Jesús!
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