Las tormentas, el fuego, las dificultades, las tribulaciones y las
pruebas de esta vida tienen todas, ¿qué fin? Poner a prueba tu resistencia como
árbol.
Este el principio fundamental de toda nuestra
vida cristiana: la tormenta se desata y arranca las ramas y hojas débiles y los
frutos que ya se han echado a perder. Los ventarrones tienen que llevarse las
viejas ramas podridas para hacerle campo a nuevas ramas y para que nuevas hojas
puedan ver la luz del sol. Cualquier parte débil que tenga el árbol cae con la
tormenta invernal y solo las fuertes sobreviven. Sin embargo, un árbol
despojado de sus ramas y hojas débiles y de sus frutos estropeados es mucho más
fuerte. ¡De manera que hasta las tormentas le sientan bien! Por fin, cuando ya
amaina el temporal, solo los más fuertes siguen en pie, los árboles de raíces
más profundas y de ramas más fuertes.
La tormenta es semejante a la prueba de tu fe
y los vientos representan los duros momentos. ¡Pero si tienes raíces fuertes,
el Señor te sostendrá cuando azoten las tempestades y los vientos de
adversidad! ¡Cuando otros caigan, tú seguirás en pie! "¡La tempestad debe
terminar! ¡Y el arco iris saldrá al final!" ¡Dios hará que quedes en pie!
Estupendo, ¿verdad?
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