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jueves, 3 de febrero de 2011

24 de abril


¡Tú eres la prueba que tiene Dios!

El apóstol Pablo fue un gran testigo del Señor y prácticamente cada vez que era llevado delante de reyes y jueces, iniciaba invariablemente su defensa con su propio testimonio: «¡Esto fue lo que me sucedió a mí!» (Ver Hechos 26)
¡A la gente le interesa la gente! Relatar la historia de tu vida es mucho más efectivo al testificar que discutir doctrinas teológicas o predicar sermones. Cuando empiezas a contarles la historia de tu vida -«¡Esto fue lo que me pasó, éste es mi testimonio!»-, cautivas su atención inmediatamente, se quedan fascinados. Cuando les hablas de tus propias experiencias, si las relatas con sinceridad y el poder del Espíritu Santo, ¡creerán que les estás diciendo la verdad! ¡Algo que no pueden negar es tu testimonio! ¡Y en cuanto aceptan que es cierto que a ti te sucedió, ya pueden aceptar la posibilidad de que a ellos también les suceda! ¡Conquístalos primero con tu testimonio y tu felicidad, y entonces querrán lo que a ti te hizo feliz!
¡Tú eres la prueba! ¡Eres producto del Evangelio y del amor de Jesús! ¡Cuéntales, pues, a otros, la transformación que ha obrado en tu vida Su poder milagroso, como prueba y ejemplo viviente de lo que Dios puede hacer!

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