¡La
Palabra de Dios es fuente absolutamente inagotable de sabiduría y
conocimientos! ¡Constantemente descubre uno en ella tesoros nuevos y viejos! Se
conservará fresca por mil veces que se lea, y el que con más frecuencia la
repasa es el que con mayor seguridad descubrirá en ella nuevas maravillas.
¡Cada vez que ahondamos en la Palabra extraemos inapreciables verdades a
puñados!
¡Pero estas perlas de conocimiento no son nada
sin el Espíritu! Por mucho que estudies, hace falta el Espíritu y la mano de
Dios para ensartar las perlas de Su Palabra y juntarlas en su debido orden,
bien arregladas, formando un conjunto útil; ¡un esplendido y hermosísimo
rosario de verdades que adorne nuestros pensamientos y corazones en su debido
orden, secuencia, tamaño, importancia y belleza! En eso se distinguen el
conocimiento y la sabiduría: ¡La sabiduría consiste en saber aplicar los
conocimientos que ya tienes! Es saber emplear los conocimientos de la Palabra
de Dios con fines útiles.
No desprecies, pues, las bellezas, las
riquezas y los tesoros de la Palabra de Dios. ¡Y por sobre todo pídele
sabiduría a Dios! "Ante todo, adquiere sabiduría." ¡Es mejor que el oro!
(Pr.4:7; 16:16)
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