Es mucho lo que podemos hacer en cuanto a
testificación simplemente mediante nuestro espíritu. ¡Nuestra personalidad es
Jesús! ¡Su Espíritu brilla a través nuestro! ¡La gente lo ve en nosotros!
Se puede percibir que ciertas personas tienen
al Señor por la luz de sus rostros, ¡pero en otros sólo se ve oscuridad! Como
en el caso de la anécdota verídica y muy conocida del hombre de Dios y el ateo
que hablaban de Dios. El ateo, naturalmente, se mofaba, y burlonamente dijo:
"Si hay Dios, debería haber alguna prueba de Su existencia. Tendría que
haber alguna diferencia entre nosotros que la gente pudiera apreciar". Y
agregó con sarcasmo: "Si es cierto que usted tiene a Dios y yo no, ese
mendigo debería ser capaz de reconocerlo con solo mirarnos. Veamos a quién de
los dos le pide limosna". Se acercaron, pues, al mendigo, y este,
ignorando al ateo que era quien pasaba de su lado, por delante de él extendió
su mano al otro hombre y exclamó: "¡Señor; usted, que tiene a Dios en la
cara; por favor, ayúdeme!" ¡Es inevitable que la gente vea al Señor en
nosotros!
¡Es algo que no se puede ocultar! ¡Es
imposible ocultar al Señor y el Espíritu! ¡Somos la vela del Señor! ¡Y El nos
ha puesto en un candelero para que se nos vea! ¡Por eso, "así alumbre
vuestra luz"! (Mat. 5:16)
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