Todo el mundo pasa pruebas y tentaciones,
trances y tribulaciones; ¡la diferencia está en cómo reacciona uno ante ellas!
Los que resisten hasta el final, sufrirán sin duda un final amargo; en cambio
los que a través de penalidades, pruebas y tribulaciones se arrepienten,
retornan, cambian y buscan el perdón, ¡aún se salvarán!
La pregunta que hace la mayoría de la gente es
"¿Cómo puede Dios hacerme a mí semejante cosa?" ¡No se
dan cuenta de que el Diablo es el que siempre está por ahí listo a disparar
esas preguntas con la intención de hacerles dudar del Señor e incluso
criticarle y tratar de justificarse delante de Dios! Se sienten casi ofendidos
con Dios por lo que El deja que suceda. ¡Hasta guardan rencor por ello, como le
ocurrió a Job al principio!
No obstante, el sufrimiento muchas veces hace
que la gente acuda a Dios y los inspira a implorar Su perdón, a arrepentirse y
a pedirle que los salve. Caen en cuenta de que Dios los está corrigiendo y
preguntan: "Señor, ¿por qué me merezco este castigo? ¿Por qué me hacía
falta?"
Del desierto de la soledad y la desesperación
brotaron las palabras de Agar: "¡Oh Dios, Tú me ves!" Con un corazón
sufrido y puesto a prueba exclamó Job: "Yo sé que mi Redentor vive".
De un corazón contrito y humillado se oyó brotar la voz de David: "Lávame
y seré más blanco que la nieve".
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