¡Desde luego que es vergonzoso y humillante confesar tus errores! Es
parte del carácter pecador innato del hombre ser incapaz de confesar que se ha
equivocado. ¡Así y todo, no creo que nos demos cuenta de lo horrible que es, de
cómo se ve a los ojos de Dios! ¡Las mentiras, el fingimiento, la hipocresía, el
engaño! ¡Es todo lo contrario de Dios y del Espíritu, la Verdad, el Señor y el
Amor! Pues cuando te resistes a la verdad, te alejas del Señor. Cada vez que
resistes al Espíritu de Dios, el corazón se te endurece más, hasta llegar al
punto en que no contiende más contigo.
¡Pero a medida que logras aceptarlo y accedes
a despojarte de algunas de tus ideas preconcebidas e interpretaciones erróneas,
a medida que estás dispuesto a reconocerlo, el Señor estará dispuesto a
enseñarte la Verdad!
¡Gracias, Jesús, por Tus correcciones,
castigos, frenazos y cambios. Ya que sin cambios no tememos a Dios. (Sal.55:19)
¡Te damos gracias, Señor, por no tener miedo de cambiar, por temerte más a Ti,
Señor, y a no cambiar cuando estemos equivocados! ¡Yo prefiero saber la Verdad,
aunque duela!
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