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lunes, 20 de diciembre de 2010

16 de enero


La habilidad más preciada es la disponibilidad.
En general, los más grandes santos que hay en el mundo son personas sencillas que simplemente llevan a cabo lo que a ellos les parece necesario. ¡Mu­chas veces sin que uno se entere de lo que hacen o sepa de su exis­tencia! Uno siempre los encuentra cuando los necesita, y siempre están dispuestos a ver lo que hace falta y res­ponder adecuadamente. ¡Pero hay otros que nunca encuen­tran nada que hacer porque no se preocupan en buscarlo!
Sin embargo, si uno ama de verdad al Señor y a los demás, sabrá de las necesidades que haya alrededor y hará lo que sea necesario. ¡Y si el Señor ve que obedeces y no vacilas en servirle cuando te pide que hagas las labores más humildes, podrá confiar en ti y encargarte tareas mayores y más importantes! ¡Aunque no te forzará a hacer­lo! Todo depende de ti, de tu sumisión y de tu voluntad de estar siempre disponible. Para mostrar verda­dera sumisión y disponibilidad hace falta una humildad abso­lu­ta, que es sinónimo de absoluto amor. ¡Hasta el punto de estar dispuesto a ir adonde sea, en cualquier momento, a hacer lo que sea y por quien sea, siendo simplemente uno más, para así agradar a Dios y ayudar a los demás!
¿Tú estás dispuesto a todo? ¿A hacer todo lo que Dios te pida? «Así que, hermanos, os ruego que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.» (Rom.12:1)

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