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miércoles, 22 de diciembre de 2010

24 de enero


¡Testificar es un sacrificio!

Cierta mujer, cuando se le pedía que fuera a testificar, decía: «¡Ay, eso va a acabar conmigo!» Pues bien, es exactamente lo que debe hacer: acabar con tu orgullo, con tu ego, con tu amor propio y con tu egoísmo, y tal vez demandarte incluso considera­ble sacrificio y esfuerzo físico (V. Jn.12:24,25).
¡Testificar puede ser a veces peligroso! Uno se expone a sufrir persecución. ¡Pero a pesar de ello debemos hacerlo! Todos los primeros apóstoles murieron como mártires, así como muchos de los primeros cristianos, ¡pero a pesar de ello siguieron testificando con igual dedicación! ¡Sin embargo, cuando la Iglesia abandonó la arena del circo romano y empezó a acomodarse en las gradas, para evitar morir enfrentada a los leones, murió en ellas de vejez! ¡Es mejor morir como testigo en las fauces de los leones, que de viejo en la tribuna! ¡Jesús mismo prometió que si sufrimos con Él, también reinaremos con Él! (2Tim.2:12) ¿Reinarás ahora por un corto tiempo, y sufrirás mucho luego, o preferirás sufrir un poco ahora y reinar eternamente?
«¡Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento, y los que enseñan la justicia a la multitud como las estrellas a perpetua eternidad!» (Dan.12:3)

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