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miércoles, 29 de diciembre de 2010

7 de febrero


¡Somos ciudadanos de este mundo por nacimiento, pero ciudadanos del Cielo por renacimiento!

En efecto, hemos renunciado a nuestra ciudadanía de este mundo al recibir al Rey de reyes en nuestra vida. Pasamos a ser ciudadanos de la estupenda Ciudad Celestial de Dios y miembros del Reino de Dios cuando nos convertimos en cristianos, ¡en auténticos cristianos, en cristianos de verdad, en discípulos de Cristo, amantes de Dios y amantes de Jesús!
¡Somos ciudadanos de un Nuevo Mundo de amor, vida y felicidad eternos con Jesús! ¡Del Reino de los Cielos, el único país que jamás ha hecho nada malo ni librado una guerra injusta, ni perseguido a los pobres, oprimido a los débiles ni contaminado la tierra! Nuestra patria está tratando de salvar al mundo, de poner fin a las guerras, de auxiliar a los pobres, de alimentar a los hambrientos, de sanar a los enfermos y de liberar a los cautivos. Somos ciudadanos de la única nación justa del universo: ¡el Reino de Jesucristo! ¡Esa es nuestra patria, y el Cielo es nuestro Hogar!
¿Y tú, ya eres ciudadano de esa Ciudad? ¿Has recibido tu pasaporte? ¿Has reclamado tu constancia de ciudadanía, como legítimo ciudadano de la Ciudad Celestial? ¡Tu pasaporte es Jesús y tu constancia de ciudadanía son las promesas de Dios para tu salvación!

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