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martes, 4 de enero de 2011

23 de febrero


¡Para Dios, la perfección está en el amor!

¡El concepto que tiene Dios de la perfección es con mucha frecuencia muy distinto al nuestro! Dios tomó a un hombre que era un asesino y lo convirtió en el apóstol Pablo. Jesús tomó a una mujer que era una de las rameras más notorias de la ciudad y la convirtió en una de Sus discípulas favoritas. El rey David fue uno de los peores pecadores de la historia, ¡pero fue también uno de los mayores santos, pues sabía que, para obtener perdón, dependía absolutamente del amor y la misericordia de Dios!
¡Para Dios, la imagen de la santidad no es la perfección inmaculada, sino el pecador sin perfección, que no tiene en sí mismo nada de bueno, pero que depende totalmente del amor y la misericordia de Dios! Esa es la única clase de santos que existe, ¡no hay otros!
Si nos sentimos muy buenos y justos, en realidad es porque somos unos santurrones, ¡y no es que tengamos los ojos muy puestos en Dios, sino en nosotros mismos! ¡Olvidémonos, pues, de tratar de alcanzar la perfección, porque nunca lo lograremos! ¡Obedezcamos simplemente al Señor y hagamos todo lo que podamos por Jesús y los demás!
Hay un solo criterio de justicia o perfección: ¿te apoyas totalmente en el Señor, confías en Él, en Su amor y en Su misericordia? La verdadera bondad es estar lleno del Señor y de Su amor, ¡pues sólo Él es bueno!

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