TRADUCTOR DE LA PAGINA EN OTROS IDIOMAS

jueves, 17 de marzo de 2011

21 de mayo


¡En la cruz, Jesús cargó sobre sí los pecados de todo el mundo! (1Pe.2:24)

Sólo Jesús fue perfecto; por eso pudo pagar el precio de nuestros pecados, recibió el castigo en nuestro lugar y Dios pudo perdonarnos. Jesús cumplió la ley, que exigía la muerte de los pecadores. ¡Murió en nuestro lugar para que nosotros no tuviéramos que morir! ¡Nos ama tanto que se entregó voluntariamente para que lo crucificaran!
¡Jesús murió con el corazón destrozado! Lo que le destrozó el corazón no fueron nuestros pecados. Sabía que nos íbamos a salvar y que seríamos perdonados. Lo que le causó tanto pesar fue que Dios pudiese volverle la espalda. Y en aquel momento, sintiéndose como los pecadores perdidos, tuvo una experiencia que gracias a Dios nunca tendremos que pasar nosotros: no fue la simple crucifixión, no fue el simple dolor físico, ¡sino el dolor de mente, corazón y espíritu al sentir que Dios lo había abandonado verdaderamente! «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» (Mat.27:46) ¿Lo había desamparado Dios? ¡Sí, momentáneamente, para que pudiera sufrir la muerte del pecador, separado de Dios!
¡Jesús nos amaba tanto que dio Su propia vida por nosotros y tomó sobre Sí mismo el castigo de nuestros pecados, en la cruz, para que pudiéramos ser perdonados y salvados! ¡Qué gran amor! (Rom.5:8; 1Jn.4:10)

No hay comentarios:

Publicar un comentario