La tarea del profeta es hacer la Voluntad de
Dios, ¡lo que sea y cuando sea! ¡Y el talento más valioso del profeta es
obedecer al instante y hacer lo que Dios le diga, pase lo que pase! A pesar de
las circunstancias fuera de su control.
Dios tiene un mensaje para cada pueblo y cada
época, y al profeta sólo le toca entregar Sus mensajes. Cuando Dios habla,
tenemos que pasar el mensaje, le guste a la gente o no, y aunque no suene bien,
y no lo obedezcan. Esa es la responsabilidad del profeta como portavoz de Dios,
y no tiene por qué señalarle a Dios los efectos que pueda tener Su mensaje. No
basta con ser aduladores y deleitar al mundo sólo con lo que quieren escuchar y
con sus propias opiniones. ¡Debemos entregar el Mensaje de Dios tal como es, a
quien esté destinado y --aunque a veces duela--dejar "que al que le caiga
el guante, se lo chante"!
Debemos tener la fe de Dios y estar dispuestos
a hacer lo que nos ordene, e incluso a veces hasta padecer persecución, si
vamos a ser los profetas de Dios y Sus hijos obedientes. Pero, gloria a Dios,
¡si lo hacemos, recibiremos Sus recompensas!
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