¡Murmurar en contra de Dios es una ofensa muy
seria! ¡Dios detesta la murmuración casi más que cualquier otro pecado; la
queja, el gruñido, la protesta! ¡Todos caemos en ella! ¡Todos somos culpables!
¡Así que debemos animarnos mutuamente! ¡Cuando uno caiga, que el otro lo
levante!
La murmuración es la voz de la duda, y las
dudas manifiestan falta de fe. Cuando comienzas a perder fe por no estar en la
Palabra y en el Espíritu, pierdes la visión, porque no tienes contacto
suficientemente íntimo con el Señor como para tener visión o dirección, ¡y
entonces comienzas a dudar! Y si dudas, muy pronto expresarás tus dudas. Tarde
o temprano saldrán de tu boca. "De la abundancia del corazón habla la
boca" (Luc.6:45). ¡Y entonces comienzas a desanimar también a otros!
¡Carguemos pues con el peso de nuestras
responsabilidades con valentía y coraje, alegremente y dando gracias, y que no
se nos escuche quejarnos, murmurar ni protestar! ¡Sólo hay que pensar en
bendiciones, y estar agradecidos por toda la bondad de Dios! Cuando le hayamos
agradecido a Dios por todas las bendiciónes, ¿qué tiempo nos quedará para
murmuraciones o lamentos?
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