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martes, 9 de abril de 2013

19 de noviembre: Por extraño que parezca, el juego del billar ilustra estupendamente los principios de la oración!



 Dios es el primer jugador; es El quien hizo el disparo inicial. Todo está sobre la mesa en la posición que El determinó y hay que jugar la partida según las reglas establecidas por El. Luego, el resultado de tu tacada depende de tu bola --la bola blanca--; de la persona por la que estés orando --que es la bola a la que quieres golpear--; y de la tronera: ¡de la posición de las tres cosas!
             Las diversas personas y circunstancias que hay de por medio son como las otras bolas de billar. Todas ellas y sus respectivas posiciones tienen algo que ver con el resultado de la jugada. ¡Y la forma como golpeamos la bola es igual a nuestras oraciones! Todas las bolas están numeradas, y no se las puede golpear hasta que le toque el turno a cada número. ¡Y el Inventor del juego, naturalmente, fue quien numeró todas las bolas! Hay que esperar hasta que tu bola y la otra --la que quieres golpear y embolsar en la tronera--estén justo en la posición indicada, y sólo entonces puedes dar el golpe preciso que mande la bola a donde tú quieras!
             Más aun, es como cuando juegas dobles en compañía de otro jugador. Dios, que es tu compañero, trata de "prepararte" las bolas de manera que te quede más fácil dar el golpe de taco. Así pues, si esperas el momento indicado por Dios y das el golpe, apuntando directamente en el instante preciso, obtendrás la reacción esperada. ¡GAD!

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