Para poder entender a fondo el
problema, y conocer la respuesta a la antigua pregunta de por qué permite Dios
el sufrimiento en el mundo, es preciso creer en Dios y Su Amor, Su fidelidad y
Su justicia, bondad, misericordia, rectitud y equidad. ¡Entonces se sabe que
tiene que haber respuesta, una buena respuesta!
La manera de interpretar esos sucesos depende
de si se cree o no en Dios, y de si se cree o no en la vida futura. Si no
hubiera vida después de la muerte, todo resultaría ser una farsa y una
tragedia, una parodia de la justicia. Sin embargo, para el creyente que tiene
confianza absoluta en el Señor y Su misericordia, en Su justicia, rectitud y
equidad, y una creencia absoluta en la vida después de la muerte, ¡es evidente
lo que Dios está haciendo! O bien se está valiendo del desastre para castigar a
los impíos, o está eximiendo y liberando a los justos para que pasen a mejor
vida, una de dos, ¡o ambas cosas!
Confía, pues, en que Dios es justo, que Dios
es amoroso y puro, que Dios es santo y perfecto, y a la larga todo se resolverá
perfectamente. Se ordenará un juicio y un castigo perfectos para los impíos, y
una perfecta recompensa para los justos. ¡Así que hasta los desastres de Dios
son justos!
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