¡Somos mensajeros, enviados para comunicar un mensaje al mundo, el
mensaje del Amor de Dios! Y es preciso que a medida que propagamos ese mensaje
sigamos en marcha. Una vez que hayamos librado nuestras almas en una ciudad, en
una zona, debemos proseguir hacia otras que todavía no hayan oído nada. Una vez
que hayamos predicado el mensaje y puesto en libertad a los cautivos de esa
región, debemos seguir y liberar a otros también.
¡Mudarse es casi como morir !Es morir a una
vieja vida, mas renacer en una nueva! Una y otra vez nos toca dejar atrás
nuestra vida vieja para avanzar hacia un nuevo mundo y una nueva vida, llena de
gente nueva. ¡A veces nos duele en el corazón, pues con frecuencia hasta
tenemos que renunciar a nuestros seres queridos y dejarlo todo atrás para
reemprender una vida nueva y desconocida, en algún rincón de este mundo que
jamás habíamos visto! Es cierto que cuesta mucho en cuanto a penalidades,
sacrificios y la renuncia de todo, ¡pero gracias a ello estamos ayudando a
establecer el Reino de Jesucristo por toda la Tierra en los corazones de los
hombres!
¡No detendremos la marcha hasta que nos
marchemos a las alturas con Jesús y de allí, a Su hermoso paraíso terrenal,
para luego emprender nuestra última marcha, rumbo a nuestro Hogar Celestial
para siempre!
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