Llega un momento en que aun el
bien tiene que recurrir a la fuerza y a la violencia para luchar contra el mal,
ya que la fuerza y la violencia son casi lo único que el mal comprende. ¡Pero
nosotros, los hijos de Dios, no tenemos que hacerle daño a nuestros enemigos,
sino que podemos vivir según la Regla de Oro como hizo Jesús, y Dios mismo se
encarga de nuestros enemigos!
¿Recuerdas lo que le dijo Jesús a Saulo camino
de Damasco? ¡Lo tumbó de su caballo y de su altanería, lo arrojó al suelo de un
solo golpe y lo cegó! Y el Señor se le apareció y le dijo: "¡Saulo, Saulo,
¿por qué me persigues?" (Hch.9:4) ¿A quién perseguía al perseguir a los
cristianos? ¡A Jesús! No es a nosotros a los que persiguen ¡es a Jesús!
¿Entonces, quién es el que contraataca? ¡Jesús!
Así sucede con todos los enemigos del pueblo
de Dios puede que por un tiempo logren perseguir impunemente a Sus hijos, ¡pero
algún día Dios les echa el guante! ¡Dios sabe cómo retribuir a los que atacan a
Sus hijos! ¡Así que "No te impacientes"! (Sal.37:1)
"Haceos a un lado" --dice el Señor
en las Escrituras--"y vedme pelear! ¡Porque no es vuestra la guerra, sino
de Dios!" (2Cro.20:15:17)
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