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viernes, 28 de enero de 2011

10 de abril


Nuestros seres queridos no se marchan para siempre.

Hasta para los cristianos, la muerte es una separación dolorosa. Lo es para los que nos quedamos, y en cierto modo es dolorosa también para los que se van, al tener que abandonarnos por un tiempo. ¡Pero gracias a Dios nuestro dolor no es como el de los que no tienen esperanza, pues nosotros sabemos que volveremos a encontrarnos pronto! ¡Tal vez tengamos que separarnos por un tiempo, alejarnos unos de otros por una temporada, pero nos apreciaremos todavía más cuando volvamos a reunirnos, cuando volvamos a vernos en ese grandioso y maravilloso reencuentro en el Cielo! ¡Que día tan dichoso habrá de ser!
«¡La muerte nos oculta; no causa separación! Estás del otro lado, junto al Señor. Tú estás con Cristo, y Cristo conmigo, ¡y los dos seguimos en el Señor unidos!» ¡Nuestros seres queridos están con el Señor, y si no nos alejamos de Él, tampoco nos alejaremos de ellos!
«¿Le importa a Jesús si digo adiós a quienes yo quiero más? Cuando el corazón siente desazón, ¿crees tú que le vaya a importar? Le importa, sí, yo sé que sí, Él siente mi gran dolor; si la noche es larga y dura mi carga, ¡mi angustia Él puede oír!» ¡Y hará que volvamos a encontrarnos pronto!

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