¡Testificar
nunca es inútil! Dios se encargará de que el pan arrojado a las aguas cumpla el
objetivo que El determinó. Su Palabra nunca vuelve vacía. (Ecl.11:1; Isa.55:11)
La testificación siempre da fruto y siempre
produce algo. ¡Ya sea que ganes almas o no, estás obedeciendo a Dios y haciendo
Su voluntad, cumpliendo con tu obligación de predicar el evangelio en todo el
mundo a toda criatura y librando tu alma! La sangre de aquellos que no
quisieron escucharte y que te rechazaron a ti y a tu mensaje no será demandada
de tu mano.
La Palabra hace la labor. Una vez que les has
dado la Palabra, tu tarea ha concluido. Ellos ya pueden elegir ir al cielo o al
infierno. La testificación es sencillamente entregar el mensaje de Dios. Lo que
los demás hagan al respecto queda entre ellos y el Señor. Una vez que has
"amonestado al impío de su mal camino", ya has librado tu alma.
(Eze.3:19) ¡Para que sean ellos quienes libren sus almas deben entonces aceptar
y creer la Palabra de Dios!
¡La Palabra de Dios nunca falla! ¡Salva o
condena! ¡De modo que aunque nunca ganes un alma, estarás ganando si eres fiel
testificando!
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