¿Qué pasó con nuestro viejo
espíritu pionero? ¿La misión de ir por los caminos y por los vallados? ¿La
obligación de salir y forzarlos a entrar? ¿Estamos tan enfrascados con el
compañerismo, como lo estuvo la Iglesia Primitiva en Jerusalén, que nos resulta
insoportable abandonar nuestro pedacito de Cielo terrenal para salir y llevar a
otros el Cielo en la tierra?
¡El hogar es para la mayoría de nosotros una
gran tentación y parece que siempre nos cuesta abandonarlo! Pero, ¿cómo vamos a
ir por todo el mundo a predicar el Evangelio a toda criatura si no abandonamos
constantemente el hogar? ¡A todos los equipos que han salido y han obedecido
fielmente, el Señor los ha prosperado, los ha atendido bien, los ha
multiplicado, les ha dado fruto, y les ha protegido y bendecido; y a pesar de
muchas pruebas y tribulaciones, obstáculos, inconvenientes y persecuciones, han
ganado muchos nuevos discípulos! ¡Triunfaron porque Dios los ayudó, porque eran
Sus hijos y El, su Padre; y porque estaba obligado por Su Palabra a mirar por
ellos! Ellos nada más obedecieron y partieron, ¡y Dios hizo lo demás! ¡El nunca
ha fallado en ninguna de Sus buenas promesas!
¿Acaso ha muerto Dios, que no puede volver a hacer
lo mismo? ¡O es que nuestra fe está agonizando y por eso nos da miedo salir?
¿El sigue siendo el mismo hoy en día, o sólo lo fue ayer y no por los siglos?
¿Acaso no puede repetir lo que ha hecho? Lo volverá hacer si tan solo confías
en El.
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