Si amas al Señor, lo que
recibes de El es bueno y te brinda fe, alegría, esperanza, amor y alabanza.
¡Las vibraciones que recibes del Señor son todas buenas! Sin embargo,
¡lamentablemente la medalla tiene su reverso! ¡No todas las voces provienen del
Señor y por eso hay que comprobar que lo que estás oyendo sea del Señor!
¿Cómo lo distingues? Es como lo que dijo el
chiquillo cuando el viejo, mofándose de su fe, le preguntó: "Bah, ¿cómo
puedes conocer tú al Señor siendo tan joven? A tu edad, ¿cómo vas a saber
distinguir entre la voz del Señor y la voz del Diablo?" "Mire
usted"--respondió con mucho tino el chiquillo--si me dice que haga algo bueno,
es Dios. ¡Pero si me dice que haga algo malo, sé que es el Diablo!
¡Se reconoce por el efecto que tiene en ti!
¿Te da ganas de ser bueno y hacer el bien, de amar y ser amado, de ser
servicial y constructivo? ¿O por el contrario, te inspira a ser malo y hacer el
mal, a ser rebelde y destructivo y a odiar? ¿Edifica o destruye? ¿Ayuda o
estorba? ¿Te levanta o te abate?
Si te da deseos de ser bueno y de hacer el
bien, y te inspira a cosas sublimes, ¡entonces es la Voz de Dios!
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