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lunes, 28 de octubre de 2013

29 de diciembre: "La sangre de los mártires es la semilla de la iglesia"


 No fue solamente lo que decían los cristianos lo que convirtió a Roma al cristianismo, ¡sino la forma en que morían! Fue la muerte alegre de los cristianos abrasados en la hoguera o en las fauces de los leones, cantando himnos, dichosos y alabando al Señor, lo que convirtió al imperio romano y al emperador. Su misma muerte vino a ser su último testimonio. Esa es una causa por la que vale la pena morir: ¡por la salvación de las almas y para infundir fe!
             Ofrendar tu vida por Jesús y los demás es tu testimonio final, el mayor testimonio, el testimonio más grande que puedes brindar. "Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos" (Jn.15:13). El mártir pagará cualquier precio, irá a cualquier extremo, sufrirá cualquier agonía, hará cualquier sacrificio.

             Pues sí, algunos seremos martirizados. Es cierto, algunos moriremos por nuestra fe, ¡dichosa, alegre y felizmente, en una llamarada de gloria conforme damos testimonio y testificamos! Esa es la clase de muerte voluntaria que constituye un testimonio, nuestra graduación, nuestra liberación, y entraremos en nuestra recompensa! "Bienaventurados los que mueren en el Señor. Sus obras con ellos siguen" (Ap.14:13). ¡Gracias, Jesús!

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